Este texto fue escrito por Roger Ebert en el año 2011, como parte de la sección «Grandes Películas» en su reconocido blog. La publicación original puede encontrarse acá.
Hay una cualidad en el color fotográfico de “Nosferatu, vampiro de la noche” de Werner Herzog que se filtra en tus huesos. Sería inadecuado llamarlo “saturado”. Es rico, pesado, profundo. La tierra se ve fría y sucia. No hay demasiado verde, y luce mojado. Las montañas se ven escarpadas, grises, de bordes afilados. Los interiores están filmados en atrevidos rojos y marrones y blancos — blancos, especialmente, para los rostros, y por sobre todos, para el del Conde Drácula. Es una película de remarcable belleza, pero no hace un esfuerzo para atraernos o consentirnos visualmente. La espectacular odisea a pie y a carruaje hacia el remoto castillo transilvano de Drácula evita deliberadamente ser escénica.
Con frecuencia hay algo atemorizante y asombroso en el retrato que hace Herzog de la naturaleza. No es tan estimulante como despiadado. Las nubes caen bajas y se desvían como agua. Intimidante cual torre. Sombras que insinúan el horror. Los simples campesinos que Jonathan Harker encuentra en su viaje no son coloridos y amigables, sino que se retraen ante él. Herzog se toma su tiempo antes de permitirnos un primer vistazo de Drácula; su escenario ha sido establecido por palabras y las miradas en los ojos de la gente que no puede creer que él está buscando al Conde.
Herzog sigue la estructura de la famosa “Nosferatu” (1922) de F. W. Murnau, una de las más grandes películas silentes. Estaba basada en la novela de Bram Stoker de 1897, “Drácula”. Murnau cambió los nombres de los personajes por cuestiones de derechos de autor, y Herzog fue libre de usar los originales: Drácula (Klaus Kinski), el agente de tierras Jonathan Harker (Bruno Ganz), su esposa Lucy (Isabelle Adjani), Dr. Van Helsing (Walter Ladengast), y aquel de la maniática risa, Renfield (Roland Topor).
La película empieza con Renfield ofreciendo a Harker una voluminosa comisión para viajar hasta el castillo de Drácula y venderle una aislada propiedad en el pueblo. Harker quiere el dinero porque piensa que su esposa merece una casa más agradable. La risa espasmódica de Renfield no lo disuade. Su viaje toma una porción mucho más grande de tiempo que en otras muchas películas basadas en esta famosa historia. Hay una ominosa escena en la posada en la que él menciona el nombre de Drácula y la habitación entera cae en el silencio, simplemente mirándolo a él. Herzog se toma su tiempo en construir anticipación antes de la entrada de Drácula.
Ningún carruaje llevará a Harker hasta el castillo. Nadie le venderá o alquilará un caballo. Renfield continúa a pie, caminando angostos caminos sobre crueles abismos. Finalmente el carruaje de Drácula sale a buscarlo. Se parece (porque lo es) a un coche fúnebre. La puerta al castillo cruje al abrirse y vemos a Drácula. Al crear al vampiro, Herzog sigue la notable dirección artística de la película de Murnau, haciendo que el conde luzca más como un animal que como un ser humano. Ninguno de tus apuestos, pulcros vampiros interpretados por Tom Cruise. La cabeza está afeitada. El rostro y la calavera son blanco payaso. Las uñas son lanzas. Las orejas puntiagudas como las de un murciélago. Los ojos están hundidos y delineados en negro y rojo. Lo más extraordinario de todo son los dos colmillos prominentes en el centro de la boca, ubicados como los de un murciélago, descubiertos. En la mayoría de películas, los dientes de Drácula están arriba y a los lados, más fácilmente ocultables. Aquí no pueden confundirte.
Muchos detalles famosos son rendidos homenaje. La línea, “Escuche. Los niños de la noche tocan su música”. El deseo apenas controlado del Conde cuando Harker se corta el pulgar con un cuchillo para el pan. Las comidas apareciendo misteriosamente sin sirvientes. Luego la carrera mientras Drácula va por mar y Harker por tierra hasta la ciudad de Bremen, donde Lucy está en peligro.
Herzog es uno de los cineastas más originales, no muy dado a los remakes. Su único otro, “Enemigo interno” (2009), era tan diferente del original que únicamente la idea de un policía corrupto fue mantenida. ¿Por qué se vio atraído por rehacer una de las más famosas y menos obsoletas de las películas silentes alemanas?
Yo pienso que en parte fue debido al amor — por Murnau, y por la película, que encaja con la macabra cepa en su propia obra. Era en parte un homenaje. Y sospecho por sobre todo que fue porque contaba con el recurso de Klaus Kinski. Él había puesto los ojos en Kinski cuando era todavía un muchacho, y el actor de feroces ojos vivía en el mismo edificio. “Lo supe en ese momento”, me contó, “que era mi destino hacer películas, y dirigir a Kinski en ellas”. Los dos desarrollaron una relación casi simbiótica, que a veces los llevó a amenazas de muerte el uno en contra del otro, y también a trabajos extraordinarios como “Aguirre, la ira de Dios” y “Fitzcarraldo”. Kinski, de todos los actores, podía crear más fácilmente a los impulsados y a los locos.
Decir de alguien que nació para interpretar a un vampiro es un extraño elogio, pero si comparás las dos versiones de Nosferatu quizás estés de acuerdo conmigo en que solo Kinski podría haber equiparado o competido contra la interpretación de Max Schreck. En oposición a él, Herzog eligió a Isabelle Adjani, una belleza francesa que es utilizada aquí no solo por su perfección facial sino por su curiosa cualidad de parecer que existe en un plano etéreo. Adjani difícilmente interpreta mujeres ordinarias. Su piel siempre parece inusualmente blanca y suave, como lo es la porcelana. Aquí ella proporciona un objeto puro para los colmillos de Drácula.
El otro golpe maestro en el elenco es Roland Topor, como el corredor de bienes raíces de Bremen. Topor hizo una justa cantidad de actuación, pero era principalmente un autor y artista, el co-fundador del Movimiento Pánico con Alejandro Jodorowsky (“El Topo”). Herzog recuerda ver un trivial show televisivo alemán donde la risita aguda de Topor parecía evocar perfecta locura. Aquí es usada para sugerir la insalubre naturaleza de su relación con Drácula.
“Nosferatu, vampiro de la noche” no puede ser confinada a la categoría de “película de terror”. Trata sobre el miedo mismo, y cómo fácilmente los incautos pueden caer en el mal. Bruno Ganz es un Harker ideal porque esquiva cualquier tentación para interpretar al héroe, e interpreta a un esposo devoto que inocentemente descarta las señales de alarma. Él es amoroso, luego resuelto, luego inseguro, luego temeroso, luego desesperado, y finalmente loco — perdido.
Aunque yo no crea que “Nosferatu” tuvo un presupuesto particularmente grande, sus detalles históricos no se ven falsificados y son convincentes. Herzog viaja mucho en busca de imágenes llamativas; las momias al principio son de México, las montañas son los Cárpatos, los castillos y las ruinas del castillo están en República Checa, Eslovaquia y Alemania, y creo que la ciudad con canales está en los Países Bajos.
Dicho esto, Herzog me contó que algunas tomas fueron establecidas para usar las mismas locaciones que usó Murnau, y solían tener composiciones similares. Una vez le pregunté por qué llevó a un equipo lejos a las selvas de Sudamérica para filmar “Aguirre” y “Fitzcarraldo”, y dijo que él creía en “el voodoo de las locaciones”. Una selva a cuarenta millas de distancia de una ciudad se sentiría incorrecta. Los actores proyectarían una energía diferente si supieran que estaban verdaderamente enterrados en lo salvaje. Seríamos capaces de sentirlo. En el mismo espíritu, supongo, Kinski de pie donde se paró Max Schreck, el actor de Murnau, generaría una energía. Esta película está embrujada por la anterior.
Me pregunto si Kinski mismo creía que este era el rol que había nacido para interpretar. Famosamente temperamental, sus emociones a flor de piel, aguantaba cuatro horas de maquillaje diarias sin quejarse. Las orejas de murciélago tenían que ser destruídas al quitarlas, y construidas otra vez cada mañana. Es como que él consideró la interpretación de Schreck y quiso pararse y reclamar al personaje en parte como propio.
Una cualidad notable de la película es su belleza. El ojo pictórico de Herzog no es a menudo ofrecido crédito suficiente. Sus películas siempre lo eclipsan con sus temas. Estamos concentrados en lo que sucede, y hay pocas “beauty shots”. Observen aquí su control de la paleta de colores, sus composiciones descentradas, los dramáticos contrapuntos de luz y oscuridad. Aquí está una película que hace honor a la seriedad de los vampiros. No, no creo en ellos. Pero si fueran reales, así es cómo deberían verse.
Una crítica de “Nosferatu” de Murnau está en mi Colección de Grandes Películas. También incluídas: “Aguirre, la ira de Dios”, “Fitzcarraldo”; “Corazón de cristal”, “El enigma de Kaspar Hauser”, y “Stroszek”.