Gates of Heaven (Roger Ebert)

Este texto fue escrito por Roger Ebert en el año 1997, como parte de su reconocido blog. La publicación original puede encontrarse acá.

 

“Ahí está tu perro; tu perro está muerto. ¿Pero dónde está la cosa que lo hacía moverse? Tiene que haber sido algo, ¿no?”

Estas palabras, de una mujer que acaba de enterrar a su perro, son dichas en “Gates of Heaven”. Expresan el misterio central de la vida. Ningún filósofo lo ha dicho mejor. Forman la verdad en el centro del documental de 1978 de Errol Morris, que está rodeado de capa sobre capa de comedia, patetismo, ironía, y naturaleza humana. He visto esta película quizás 30 veces, y aún no estoy ni cerca del fondo de ella: Todo lo que sé es que es sobre mucho más que cementerios de mascotas.

A mediados de 1970, Morris, que nunca había hecho una película, leyó artículos de diario sobre el colapso financiero del Cementerios de Mascotas de Foothill en Los Altos, Calif. Tras muchos disgustos legales, animales muertos fueron excavados y recolocados en el Parque Conmemorativo de Mascotas Bubbling Well, en el Napa Valley. Pensando que quizás habría una película en estos eventos, Morris fue con el director de fotografía Ned Burgess a entrevistar a Floyd McClure, el operador parapléjico del primer cementerio, y la familia Calvin Harberts, de Bubbling Well.

La película que hicieron se ha convertido en una leyenda underground, una prueba de fuego para las audiencias, que no pueden decidir si es seria o satírica, graciosa o triste, simpática o burlona. Morris se convirtió en uno de los documentalistas más conocidos de Estados Unidos, con tales créditos como “The Thin Blue Line”, “A Brief History of Time” y su nuevo lanzamiento “Fast, Cheap, and Out of Control”. Pero “Gates of Heaven” se mantiene en una categoría aparte, inclasificable, provocativa, tentadora. Cuando la puse en mi lista de las 10 mejores películas realizadas jamás, no estaba bromeando; esa película de 85 minutos sobre cementerios de mascotas me ha dado más que pensar en los pasados 20 años que la mayoría de las otras películas que he visto.

Esta película es contada sin narración, por las personas involucradas. Recae en dos partes, separadas por un remarcable monólogo. La primera mitad pertenece a Floyd McClure, que rememora su “idea del destino” de localizar un sitio de cementerio de animales que tuviese “gran habilidad visual”. Él recuerda con ferocidad una experiencia de la infancia cuando ayudó a un amigo a enterrar una mascota antes de que los camiones de basura se lo pudieran llevar, y sus dientes de abajo son mostrados con furia mientras habla sobre su gran enemigo, las plantas de renderizado: Cuando por primera vez visitó una, como niño de la 4-H, recuerda haber pensado, “Estoy sentado sobre los suelos del infierno ahora mismo”.

Sus palabras, y las palabras de todos en la película, son escuchadas con gran intensidad: Se expresan en un modismo americano que se aproxima a la poesía, e incluso sus errores son elocuentes, como cuando McClure habla sobre llevar a cabo “tareas pacíficas”. Pero Morris también tiene una oreja para la ironía, y sospechamos su malvada sonrisa detrás de la cámara mientras McClure se expande en el problema de vivir cerca de una planta de procesamiento: “La única cosa que golpeaba tus fosas nasales no era ese buen pedazo de carne que compraste para comer… primero tenías que agarrar la copa de vino de la mesa, y oler un poco de eso, para conseguir quitar el olor de la compañía de renderizado de tu nariz antes de que pudieras comer.”

Sus escenas están intercaladas con los tristes recuerdos de algunos de sus inversores, en particular un hombre que, disculpándose, dice que perdió $30,000 dólares en el plan, y luego suspira en una manera que te deja saber que él nunca verá tanto dinero otra vez. Y hay un alivio cómico en la forma del archienemigo, el propietario de la planta de procesamiento, que informa que las personas no quieren saber qué les pasa a los animales muertos: “Cada tanto pierden una jirafa en el zoológico, or pierden a Big Bentha, o Joe el Oso…” Y para evitar ofender las sensibilidades de los amantes de los animales, “de hecho tenemos que negar que tenemos ese animal.”

La pieza central de la película es un extendido monólogo pronunciado por una mujer llamada Florence Rasmussen, que se sienta en la entrada de su hogar, con vista al primer cementerio de mascotas. William Faulkner o Mark Twain habrían llorado de alegría de haber creado tales palabras como las que caen de su boca, mientras ella le cuenta a la cámara la historia de su vida: Ella pinta lo detalles en rápidos, vívidos bosquejos, y luego contradice cada cosa que dice.

Luego la película viaja al Napa Valley, donde la familia Cal Harberts opera el Parque Conmemorativo de Mascotas de Bubbling Well. Él también ha fundado una iglesia que enseña que Dios ama a los animales tanto como a los hombres. Mucha de su grandilocuencia es socavada por su mujer de lengua ácida, Scottie, pero ella expresa mejor la filosofía de la iglesia: “Seguramente en las puertas del Cielo un Dios todo compasivo no va a decir, bueno, estás caminando en dos piernas –puedes entrar. Tú estás caminando sobre cuatro patas –no podemos recibirte.”

Conocemos a los dos hijos de los Harberts. Danny es un romántico triste con un bigote ralo, que empezó bien en la universidad, pero luego empezó a salir de fiesta todas las noches. Perdió a su novia, y ahora sabe, que “un corazón roto es algo que todos deberían experimentar.” Su hermana mayor, Philip, vendió seguros en Salt Lake City pero ahora ha regresado a Napa, donde analiza sus tareas (cavar tumbas, peinar perros muertos) en términos de los principios del éxito de W. Clement Stone. Danny es más pragmático, analizando el desafío de cavar una tumba: “No quieres hacerla demasiado grande porque no quieres desperdiciar espacio, y no quieres hacerla demasiado pequeña porque no puedes meter la cosa ahí dentro.”

En una notable e ininterrumpida toma, la dueño de una mascota en luto ofrece un largo discurso sobre la muerte de su perro y las medidas que ella recomienda a los dueños de mascotas, y cuando llega a la última palabra, su esposo interrumpe para pronunciar con sombría finalidad: “Castrado.” Este es el tipo de momento perfecto que no puede ser escrito ni puede ser anticipado; solo puede ser filmado mientras sucede.

Hay un trasfondo en la familia Harberts que es difícil de precisar. Los padres lucen prósperos y viven en un hogar confortable, pero Danny es roído por la soledad, y Philip, habiendo “reubicado su pequeña familia”, ha sufrido una severa reducción. En el juego de los seguros, él dice, “Pasé de vendedor (salesMAN) a gerente de ventas (sales MANager)” (le gusta jugar con las palabras), e impresionaría a los empleados organizando su oficina “para exhibir el máximo de trofeos.” Pero ahora admite que siente “miedo real” mientras intenta memorizar las rutas que debe conducir para recoger animales muertos de las oficinas de veterinarios.

La vida de Danny es conmovedora, también. Tras conseguir su título en negocios, no encontró un trabajo, y regresó a casa para vivir en una cabaña donde cultiva marihuana en el alféizar de la ventana y graba pistas en su sistema de sonido. Por las tardes, cuando los invitados se han ido, ubica sus parlantes de 100-watts en la cima de una colina y toca la guitarra, que puede ser escuchada “por todo el valle.” Él es como el último de una especie, repitiendo un llamado lúgubre para otro de su propia especie.

Los carteles en los marcadores de mascotas son elocuentes a su manera. “Conocí el amor; conocí a este perro.”Dog (perro) es God (Dios) deletreado al revés.” “Por salvar mi vida.” Al final de la película, habiéndonos reído antes, nos encontramos en silencio. Estos amantes de los animales están expresando la más profunda de las necesidades humanas, de amor y compañía.

“Cuando doy la espalda”, dice Floyd McClure, “No te conozco, no verdaderamente. Puedo darle la espalda a mi pequeño perro, y sé que él no va a saltar sobre mí o morderme; pero los seres humanos no pueden ser de esa forma.”

Cuando me piden que dé una conferencia y muestre una película, suelo llevar “Gates of Heaven”. Después, las discusiones invariablemente continúan sin final: ¿Se está burlando de aquellas personas? ¿Son las personas ridículas por preocuparse tanto por los animales? ¿La película es una puesta en escena, verdad? ¿No puede ser realmente cierto?

Cal Harberts promete en la película que su parque seguirá existiendo en 30, 50 o 100 años. Veinte años han pasado. Busqué el Parque Conmemorativo de Mascotas de Bubbling Well en la World Wide Web, y lo encontré (www.bubbling-well.com). Hay información sobre su “Jardín de la Compañía” y “Planes de Previsión”, pero no hay mención de esta película. O de los Harberts.

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