La edición de este año concluyó sin mayores sobresaltos en la premiación. Como era previsible, la competencia documental evidenció un alto nivel —una tarea ardua para el jurado seleccionar una obra sobre las demás—. En esta ocasión, optaron por dos menciones especiales —una para Malqueridas, la revelación de la décima edición—.
Mi última jornada de visionado de películas del festival fue el jueves. Ese día pude examinar tres filmes: dos ficciones y un documental.
La primera de ellas fue El otro hijo, una ópera prima colombiana. De correcta factura —aunque sin otras cualidades a destacar—, el tratamiento de sus temas carece de profundidad. Sus jóvenes personajes parecen eludir el sentido de sus vidas transitando de una fiesta a otra cada fin de semana; en una de esas celebraciones, el hermano del protagonista sufre una caída desde un balcón. Federico debe entonces sobreponerse a la tragedia y afrontar las consecuencias en el plano individual y familiar.
Si bien no existe recurso más transitado que observar a adolescentes en actos insensatos, el filme manifiesta intenciones de presentar temas de mayor compromiso con la naturaleza del ser humano: la familia, los amigos, el amor y la muerte. El previsible cliché de la juventud se expone en las primeras secuencias y culmina con el accidente de Simón, el hermano mayor de Federico. En adelante, los temas ya citados tenderán a incurrir en lugares comunes, conducidos por personajes con una capacidad de reflexión limitada.
El otro hijo genera un cierto rechazo e incomodidad en su intento por eludir el cliché. Pero culmina como una representación vacía de la juventud.
Se presentó, más tarde en la Sala 3, Scafati, palabra pintada —un retrato del dibujante argentino—. El filme se incluyó en la sección “funciones de altura” y es un documental que rinde tributo a la figura del artista y su obra. Un acercamiento amable, aunque sin suscitar grandes interrogantes ni ofrecer respuestas significativas.
La última función a la que asistí fue la organizada por el archivo fotográfico y audiovisual de Jujuy. Se proyectó una tesis estudiantil de 1993, La pendiente del tiempo, filmada en 16mm y recuperada gracias a la reciente incorporación del “fondo Zago” al acervo del archivo. La acción se sitúa en el norte de la provincia, donde un corredor es herido de bala por delincuentes que circulaban por la ruta. Después, seguiremos el periplo de este personaje a través de los vastos y pintorescos paisajes, mientras deambula —al parecer— en un estado entre la vida y la muerte, una suerte de limbo andino.
No es posible añadir mucho más: un trabajo de conclusión de carrera de estudiantes de cine que, con seguridad, alcanzaron luego logros de mayor envergadura. Al finalizar la función, recordaba un artículo de la revista Taipei, «Guía práctica del cliché para estudiantes de cine”, donde pude encontrar varios puntos de contacto con el filme en cuestión.
Asistí a la ceremonia de premiación donde, con justicia, se hicieron menciones a la situación del cine nacional —algo poco frecuente, tanto en la edición anterior como en esta—. No hubo resultados inesperados entre las ganadoras, y de esa forma concluyó el festival de cine de las alturas. Estoy seguro de que las futuras ediciones serán mejores.