El equipo del archivo fotográfico y audiovisual de Jujuy (AFAJ) se encarga de rescatar, preservar y dar voz a más de un siglo de historia jujeña capturada en celuloide y placas de vidrio. Conversamos con la directora, Clara Zago Sinopoli, para descubrir los secretos, los desafíos y la pasión que se esconden detrás de la gran tarea de construir la memoria visual de toda una provincia.
JA: Para empezar, el Archivo es una institución muy joven. ¿Cómo nace este proyecto en una provincia que no tenía una estructura formal para la preservación audiovisual?
CZS: El proyecto nace formalmente a finales de 2022, con la sanción de la primera Ley Audiovisual de Jujuy. Fue un hito que no solo buscaba fomentar la producción, sino también saldar una deuda histórica con nuestro patrimonio. La idea fue crear un archivo que no fuera un simple depósito, sino un agente activo. Una de nuestras primeras acciones, y que fue una bisagra, fue lanzar un censo. De repente, empezaron a acercarse familiares de realizadores y organismos que tenían material guardado, sobre todo fotográfico y, más tarde, audiovisual. Fue el disparador que nos permitió empezar a trazar nuestras primeras metodologías de trabajo.
JA: Hablan de ser un agente activo. ¿Cómo se traduce eso en la política de adquisiciones? Por ejemplo, en su anuario figuran diversos fondos. ¿Cuál es el criterio ahí?
CZS: Hacemos una curaduría muy seria, porque los archivos tienen que ser agentes activos, todo lo que ingresa tiene que poder ser devuelto a la sociedad de alguna manera. Con Zago descubrimos un personaje más a estudiar. Por más que su filmografía no esté totalmente firmada en Jujuy, su origen jujeño ya toma otro valor. Enriquece nuestro «álbum genealógico audiovisual». No se trata solo de la locación, sino de los creadores. El objetivo es dar con referentes que han trabajado profesionalmente en el audiovisual para darle un terreno firme al acervo.
JA: Uno de esos fondos que ha generado mucho interés es el de Foto Estudio Gaite. Me comentaste que es una caja de sorpresas…
CZS: Gaite es la prueba de por qué existe este archivo. Todo el mundo en Jujuy lo conocía como un fotógrafo social: el que hacía las fotos de casamientos, de 15… Pero cuando empezamos a investigar su archivo de más de 7.000 imágenes, nos encontramos con un artista. Descubrimos que creaba fotografías, que las pensaba, que las componía, que armaba escenas en su estudio con vestuario y personajes. Dejó de ser solo un fotógrafo social para convertirse en un artista fotográfico. Y esa es la maravilla del archivo: poder reinterpretar y devolverle a la sociedad una figura mucho más compleja y rica.
JA: Manejan material muy delicado. ¿Cómo es el proceso técnico desde que un material llega hasta que se guarda?
CZS: Es un proceso riguroso en tres etapas. Primero, todo lo que llega va a una sala de cuarentena. Ahí se controla climáticamente para asegurarnos de que no traiga contaminación que pueda afectar al resto de la colección. Una vez que pasa ese filtro, va al laboratorio para una limpieza profunda y su digitalización. Y solo después de todo eso, cuando el material está limpio y estable, ingresa a la bóveda, que es el corazón del archivo, con la temperatura y la humedad controladas de forma muy estricta.
JA: Hablando de equipamiento, comentaste que tienen una variedad acorde a los diferentes formatos. Cuéntanos cual es tu pieza favorita.
CZS: La moviola es mi pieza favorita. No solo porque es hermosa y de origen italiano, sino por la historia que tiene. Es la única moviola operativa en todo el NOA y traerla fue… titánico. La fuimos a buscar el año pasado a Buenos Aires, a una empresa de publicidad en Palermo que se estaba mudando. Éramos dos jujeños en medio de ese caos. La máquina pesa casi 300 kilos. Tuvimos que construirle una caja de madera a medida, protegerla con todo lo que encontramos. El momento de subirla al camión fue una locura. Tuvimos que apoyárnosla en el cuerpo mientras otros la empujaban desde arriba. Cuando finalmente logramos meterla, me sentí la persona más campeona del mundo. Esa máquina representa el esfuerzo físico, la gestión y la dedicación que hay detrás de este trabajo. Es un símbolo.
JA: Recientemente tuvieron una participación muy destacada en el Festival de Cine de las Alturas, donde proyectaron una película recuperada, «La pendiente del tiempo». ¿Qué significó esa experiencia?
CZS: Fue una de nuestras actividades más importantes, porque nos permitió conectar directamente con el público. Durante la investigación para esa función, dimos con dos cintas VHS que el propio realizador pensaba que eran copias de la película. Cuando las pusimos, nos encontramos con que eran seis horas de material en crudo del rodaje. ¡Seis horas de backstage de una película filmada en Jujuy en 1993! Editamos una pieza de 20 minutos para mostrarle a la gente cómo era filmar en esa época. La grúa que armaban, las dificultades del analógico… fue una forma de decirle a la sociedad: «Miren, esto es valioso, necesitamos rescatar esto». La respuesta fue increíble y nos demostró que este es el camino: no solo preservar, sino también educar y formar espectadores.

JA: Después de todo este esfuerzo, ¿cuáles son los mayores desafíos que enfrentan hoy?
CZS: Son varios. El primero es el costo de los equipos. Una digitalizadora de 16mm es carísima. El segundo, y quizás el más grave, es la pérdida de conocimiento técnico. Como decimos acá, «los proyectoristas de cine se han muerto».
JA: Queda una o dos personas en todo el país que saben armar un proyector de 35mm.
CZS: ¿Quién va a reparar estos equipos en el futuro? Es una preocupación real. Y por último, el gran desafío es seguir formando público, porque de nada sirve nuestro trabajo si no tiene quién lo reciba y lo valore.
JA: Para cerrar, ¿cuál dirías que es la misión última del Archivo?
CZS: La misión es construir nuestro árbol genealógico audiovisual. Investigar el pasado para saber quiénes somos y de dónde venimos. Cada lata de película, cada negativo, es un dato que nos ayuda a armar ese gran álbum familiar. Queremos que la sociedad entienda el valor del trabajo de nuestros pioneros y conectar su legado con las nuevas generaciones. Crear un puente entre el pasado y el futuro de nuestra imagen.