Grand Theft Hamlet: Shakespeare en Los Santos

Grand Theft Hamlet puede ser un documental, un gameplay de YouTube o un juego de rol aburrido.

En los últimos días decidí ver Grand Theft Hamlet después de ser bombardeado por la publicidad de MUBI. Llevaba semanas viendo estos anuncios, pero mi curiosidad no terminaba de activarse, ya que esperaba más bien un fiasco documentado que algo realmente interesante. El filme terminó teniendo un poco de ambas cosas.

La premisa es simple: dos amigos juegan GTA Online durante el confinamiento por la pandemia y, en ese entorno, encuentran versiones virtuales de situaciones que solían disfrutar al aire libre—ir a la playa, pasear por la ciudad, interactuar con otras personas—. Poco a poco, empiezan a comprender las mecánicas del juego. Todo les resulta novedoso, pero a la vez extrañamente familiar. En uno de sus recorridos por la vasta ciudad, descubren un anfiteatro. Tras una breve charla e improvisación de Shakespeare, deciden montar Hamlet dentro del juego.

Es una idea interesante, pero desde que comienza el montaje de la obra, el documental se convierte lentamente en un gameplay más del videojuego. A medida que avanza, los propios realizadores entran en conflicto con el mundo virtual; el sinsentido de lo que están haciendo se vuelve evidente. La familiaridad con el entorno y el progresivo regreso a la vida post-pandemia terminan por banalizar la experiencia: ya no están creando una gran obra shakesperiana, solo pasan doce horas jugando frente a una pantalla.

Lo más logrado del filme es haber capturado la esencia del videojuego y su variada—y extraña—comunidad. Pero eso no alcanza para sostener sus noventa minutos.

Es innegable que llevar Hamlet a un espacio tan hostil como los servidores del juego es un mérito: horas de ensayo, memorización de parlamentos y puesta en escena. Sin embargo, el documental nunca logra transmitir la importancia de su propia propuesta. Su interrogante principal gira en torno a encontrar lo trascendental en hacer algo dentro del videojuego más popular de la última década, pero la respuesta nunca parece importar demasiado.

Las películas que abordan mundos virtuales—ya sea desde la ficción o el documental—tienen mucho más por ofrecer, y esa exploración seguramente crecerá en los años venideros.

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